domingo, 20 de diciembre de 2015

Absurdas palabras

Pasadas las horas más complejas, los sueños se diluyen en tapices adornados con acuarelas de mil colores. Guirnaldas de lágrimas cobrizas se adormecen como pájaros libres, nómadas desequilibrados en busca de su hogar más cercano, locos, pues los nómadas no tienen hogar. Todavía siento, todavía tengo miedo, todavía me recome la duda. Deposito mi esperanza en la locura de los sueños, pues es el único rincón donde puedo abrazarla.

jueves, 6 de agosto de 2015

Mariposas VIII: Me derrumbo

Me encuentro entre el vacío y el desespero, engullida en una nada que todo lo absorbe. Mis torpes palabras se clavan en mi pecho como una aguja de hielo punzante, y solo respiro el agua salada de mis lágrimas. Mi corazón late tímidamente y se deshace en pedacitos entre mis inútiles dedos, incapaces de mantenerlo intacto, sintiendo cómo se convierte en ceniza y niebla que se escurren entre ellos y desaparecen de mi vista para no volver nunca más. Estoy desnuda en un mar de lágrimas negras. Sola, triste, destrozada, arrancada de la felicidad que con tan solo un "hola" tú me mecías. El mundo no careció nunca tanto de sentido como ahora. Porque ya no existe nada, solo un agujero negro que devora lo poco de bueno que rozaba mi vida y me somete a un llanto eterno, a uno de esos llantos en los que ya no lloras, a uno de esos llantos que duele tanto que, derrumbadas las lágrimas, me consumen por dentro, mordisqueando con deleite mi conciencia y mis ganas. Acaricio el desespero del rezo, como cuando ruegas a Dios porque no encuentras ninguna otra salida. A este texto eterno, henchido de arrepentimiento y congoja, no le encuentro fin...

lunes, 6 de julio de 2015

Mariposas VII: Sin consistencia

Hace tiempo que no veo una sonrisa verdadera en tu hermoso rostro. Si te miro, si te veo, si te pienso, siempre luces triste, decaída, ausente. De este lado del silencio solo escucho el manantial de tus ojos destilando agua y sal. Cuando te observo de lejos, tus cuencas escarlatas me ablandan porque intuyo una reciente desilusión que nació en tu corazón. Labios secos, estancados y morados sobre un lecho de infelicidad. Mirada fija, infinita, eterna, vacía, mustia como si fuera el fin, un abismo, un precipicio… Preparo excusas para hablarte, me hago la tonta, como si fuera así; miro al suelo, te sonrío, acaricio tu pelo y me apoyo en un rincón imaginario por si así… por si así… pero… pero… aun así no consigo hacerte sonreír. Daría… Daría mi mundo entero solo por verte un día feliz y feliz y feliz sin más. Cuando me pides que te espere, desarmas las tontas excusas de las que en vano me he intentado servir para alejarme de ti, y rompes el fino hilo que me ata a mí misma para no caer en la trampa de tu fantasma, para no quemarme con tus ojos, tu carita bonita, tus gestos, toda tú… y me duele porque sé que deseas morir. Duele tanto escucharte decirlo. Es un dolor tan fuerte que se asemeja a una espada que atraviesa mi corazón y me arranca un pedacito de alma. No recuerdo si recuerdas que hace poco me confesaste «no quiero morir». Tus palabras, tan extrañas, me dejaron un sabor de boca dulce, como si la caja de pandora, harta de herirme, me prometiera verdadera esperanza, y me inundó una sensación de felicidad que hacía tiempo yacía ausente. No te alejes, no me dejes, quédate, quédate simplemente cerca de mí. Apóyate en mi hombro. No sanaré tus heridas, pues no soy maga, pero te prometo escucharte y cuidarte siempre contra dragones de mundos imaginarios que disfrazados de bordes afilados, hambre, sangre, dolor o culpabilidad, amenazan tu tranquilidad. Deseo volver a verte, con desfachatez y algo más, besarte, abrazarte, perderme en ti arrancando de mi interior una espinita que tantos y tantos años ha permanecido clavada en mi corazón que ya ni sabía que seguía ahí. Háblame, mírame, siénteme, hazme partícipe de tus más profundos, descarados y pervertidos secretos. Prométeme que darás punto partida a la guerra contra tus males porque sí, porque eres fuerte y valiente, y que si en sueños o realidades te encuentras contigo misma de frente no te atacarás, sino que te abrazarás y juntas lucharéis por ti y venceréis también por ti. Solo por ti. No pelees, aunque conozco tu costumbre, contra ti misma porque sabes que eso solo te llevará a ser infeliz y a encontrar excusas para no existir. Y ahora, en el momento del fin de este escrito caótico y a veces sin sentido, no cuestiones mis cuestiones porque las reinvento cada día al amanecer cuando tu rostro pasa por mi mente. No te preocupes, ya se acabó, te dejo respirar libre, lejos de mi presencia que quizá te mate, no seré más insistente, solo te pido, como un deseo a una estrella fugaz, que luches, que pienses, que llores, que rías, que dudes sobre todos tus pensamientos y verdades incuestionables, en fin, que vivas… Ah, y por si te sientes sola, si necesitas ayuda, recuerda, aquí estoy, en el hueco de tu corazón donde tú me hayas colocado y me consientas coexistir.

martes, 9 de junio de 2015

Historia de una pluma

Hoy no sé existir... Me busco y no me encuentro. Es como sino fuera yo, la de siempre, como si me hubiera convertido en una triste y solitaria pluma a merced del viento. Lamento haber perdido a mi ave y que la horrible gravedad me haya dejado caer lentamente, como bailando, en el sucio suelo de la realidad donde, desarmada, no podré salir volando como antes y encaramarme a la rama de un árbol, poderosa, preciosa, segura, antes de que un transeute cualquiera me pise sin remordimientos. Mientras tanto, el ave del que he sido arrancada volará feliz, sin consciencia ni temor de haberme perdido. Comienza la tormenta. Nunca había estado tan sola. Soy arrastrada por un riachuelo que ha formado el agua de la tormenta al caer en el suelo. Acabo navegando por las alcantarillas, cada vez más sucia, cada vez más despeinada y desmochada por ciertos lugares, cada vez más lejos de mis bonitos recuertos, cada vez más alienada. Mis únicos aliados, el silencio, el miedo, la oscuridad y la soledad, que me abrazan con sus desgarradoras uñas de acero y fuego. Parece que ha pasado mucho tiempo, aunque para mí el tiempo nunca antes tuvo sentido. Eso es cosa de humanos. Y ahora también cosa mía. Un día el viento me sacó de la alcantarilla y me soltó de nuevo en el asfalto. Me descubrí a mí misma en el reflejo de un charco. Lucía sucia, rota, ennegracida, triste. Nada que ver con mi soberbio y majestuoso pasado. De pronto, veo el reflejo de alguien más en el charco. Es una mujer joven de cabello claro. Me coge entre sus cálidas manos, sonríe, me deposita en ambas manos, puestas a modo de cuenco delante de sus labios, y sopla... De nuevo zurco el cielo... Y antes de tocar otra vez la tierra, cierro los ojos. Me siento libre, nueva, satisfecha, mientras una lágrima barre la suciedad de mi exterior y de mi interior... y me dejo morir en soledad... Hoy no sé existir...

lunes, 4 de mayo de 2015

Sueños desde el nido

Un 23 de septiembre de 2012... Añoro el perfume de tu aroma, ese que se queda pegado a las sábanas y huele horas y horas después de que te hayas marchado. Mi único vicio era perderme en tu mirada. Mi meta, hacerte feliz. Mi dicha, tu sonrisa. Mi vida, tú. Echo de menos las tardes lluviosas de invierno. Las dos abrazadas en el sofá con una manta encima. El terciopelo de tu voz; el rubor de tus mejillas cuando te robaba un beso; el viaje mágico en que se convertían las caricias de mis dedos sobre tu pálida, casi traslucida, piel, y como te estremecías cuando tu cuerpo rozaba el mío. El sabor de tus labios bajo la lluvia, que mojaba tus cabellos y los pegaba a tu rostro. Tu sonrisa entre mis labios... Una melodía a piano se desliza bajo la cálida caricia de las yemas de tus dedos. Me encuentro perdida, desgranando recueros prohibidos, cansada de andar y no llegar a ninguna parte. Aún llevo tu nombre tatuado en mi pecho. Hace tanto tiempo que no te veo que empiezo a pensar que solo fuiste un sueño… y de pronto, DESPIERTO. Efectivamento, todo ha sido un sueño...

lunes, 26 de enero de 2015

Mariposas VI: Corazón

Y mi corazón, que debía de permanecer entero, henchido de alegría, se rompió en mil pedazos, y qué curioso que ninguno de los pedacitos fue a parar a tus labios.