lunes, 4 de mayo de 2015

Sueños desde el nido

Un 23 de septiembre de 2012... Añoro el perfume de tu aroma, ese que se queda pegado a las sábanas y huele horas y horas después de que te hayas marchado. Mi único vicio era perderme en tu mirada. Mi meta, hacerte feliz. Mi dicha, tu sonrisa. Mi vida, tú. Echo de menos las tardes lluviosas de invierno. Las dos abrazadas en el sofá con una manta encima. El terciopelo de tu voz; el rubor de tus mejillas cuando te robaba un beso; el viaje mágico en que se convertían las caricias de mis dedos sobre tu pálida, casi traslucida, piel, y como te estremecías cuando tu cuerpo rozaba el mío. El sabor de tus labios bajo la lluvia, que mojaba tus cabellos y los pegaba a tu rostro. Tu sonrisa entre mis labios... Una melodía a piano se desliza bajo la cálida caricia de las yemas de tus dedos. Me encuentro perdida, desgranando recueros prohibidos, cansada de andar y no llegar a ninguna parte. Aún llevo tu nombre tatuado en mi pecho. Hace tanto tiempo que no te veo que empiezo a pensar que solo fuiste un sueño… y de pronto, DESPIERTO. Efectivamento, todo ha sido un sueño...