lunes, 25 de enero de 2010

¿Cómo olvidar-TE?


¿Qué es el olvido, sino la máxima expresión de la resignación del alma?
¿Cómo olvidar-TE? Si olvidar-TE no es un arte, ni un talento ni un don... es un imposible.
Si ya lo dijo Antonio Machado: Creí mi hogar apagado y revolví las cenizas... me quemé la mano.
Quizá solo había confundido resignación con olvido... pero parecía tan real y seguro, tan apacible y calmado... y un solo momento te ha bastado para tirar por el suelo la barrera que tanto tiempo, lágrimas y dolor me había costado formar alrededor de mi corazón.

El mimo blanco



Sé que las palabras más hermosas recién salidas de mi corazón carecerían de sentido nada más tocar tu oído. Sé que si supieras de mis sueños, deseos y anhelos, puede que te sentaran mal e incluso los aborrecieras... y quizá eso sea lo que más duele.
Y, aún así, no puedo evitar soñar, desear y anhelar. Preguntarme qué se sentirá al rozar tus labios o acariciar tu piel y perderme en el olor de tu pelo. Cómo será que me robes un beso, escucharte decir te quiero, recorrer tu espalda con mis labios o despertarme por la mañana y verte dormidita a mi lado o tal vez despierta viendo como duermo yo.
Sé que debería dejar todo esto atrás que, siendo consciente de la realidad que me rodea, solo debería quererme un poco más a mí misma y un poco menos a ti y dejar atrás un todo que en el fondo no es nada, en el que la nada y el todo se confunden y ambos carecen de sentido. Porque ya nada tiene sentido- ¿o es que alguna vez lo tuvo?-. Yo misma no tengo sentido y mis sentimientos mucho menos.
Tengo que volver a ser fuerte pero, ¿sabes tú dónde se esconde la fuerza cuando me miran tus ojitos? ¿Sabes por qué tiemblan entonces mis manos y me siento la persona más débil y vulnerable del mundo? ¿Sabes que con un gesto eres capaz de controlar todo mi cuerpo?
Porque aunque no lo hagas queriendo, me desarmas de gestos e intenciones, de palabras y de acciones. Tu sonrisa me consiente. Tu mirada me encapricha. Tu aroma me enloquece. Tu voz me somete. ¿Quién diría que no has domado mi corazón, si solo obedece a tus dictámenes?
Y aunque sé que es un error, una equivocación, haberme enamorado de ti, ¿sabes un secreto? Ven, te lo susurraré al oído: eres la equivocación más bonita que he podido cometer.

El leguaje del corazón


Si el lenguaje del corazón son los latidos, ¿qué trata de decirme el mío cuando tú estás a mi lado? ¿Es que desea que te abrace y no te suelte nunca? ¿Es que tiene miedo de dejar de latir si no te vuelve a ver? ¿Es que, temeroso, intenta huir, recordando que un día latió por ti y una noche murió en soledad?
¿Y el tuyo? ¿Qué dice el tuyo? ¿Cómo es? Dime, aunque solo sea en un susurro, cuál es el secreto, la clave, las palabras, las sonrisas, los gestos, las miradas, las caricias, los detalles... para hacer latir ese corazoncito tuyo.
Dime, ¿cómo descubriste el secreto del mío?

¿Qué habrá sido?


Me pregunto qué ha cambiado tanto. Por qué antes no me atrevía a mover un dedo si te tenía delante y ahora sería capaz de cometer la mayor estupidez del mundo solo por tenerte un segundo más a mi lado. Nunca te he tenido y, por tanto, sé que es ridículo pensar esto, pero la única respuesta que se me ocurre es que he saboreado el amargo pesar de perderte, lo he llorado y sentido, sufrido, soportado y, finalmente, hasta superado. Y ahora que "sé" qué es, no quiero volver a perderte de nuevo.

jueves, 21 de enero de 2010

El capricho de la Rosa


Eres tú la que hace hermosa a la rosa y no al contrario. Es tu cuerpo el que evoca una bella flor de delicado aroma a canela, fresa y melancolía. Eres tú la que hace pensar en unos preciosos pétalos rojos cubiertos de tímidas lágrimas de rocío que, trémulas, apenas si se atreven a acariciar y besar el recuerdo del suave tacto de su piel rojiza. Eres tú, lejana y cercana a la vez, la que la hace deseable e imposible, regalándole espinas afiladas y dolorosas, y la que hace sangrar la yema de los dedos que intentan tocarla apaciblemente, marcando el corazón con una eterna cicatriz dorada y borrosa y dejando en la boca el dulce y salado sabor amargo de la nostalgia de sueños prometidos.
Eres tú la que hace hermosa a la rosa y no al contario. Porque ella no te dio su nombre, lo cogió prestado de ti, caprichosa, para poder presumir.