martes, 9 de junio de 2015

Historia de una pluma

Hoy no sé existir... Me busco y no me encuentro. Es como sino fuera yo, la de siempre, como si me hubiera convertido en una triste y solitaria pluma a merced del viento. Lamento haber perdido a mi ave y que la horrible gravedad me haya dejado caer lentamente, como bailando, en el sucio suelo de la realidad donde, desarmada, no podré salir volando como antes y encaramarme a la rama de un árbol, poderosa, preciosa, segura, antes de que un transeute cualquiera me pise sin remordimientos. Mientras tanto, el ave del que he sido arrancada volará feliz, sin consciencia ni temor de haberme perdido. Comienza la tormenta. Nunca había estado tan sola. Soy arrastrada por un riachuelo que ha formado el agua de la tormenta al caer en el suelo. Acabo navegando por las alcantarillas, cada vez más sucia, cada vez más despeinada y desmochada por ciertos lugares, cada vez más lejos de mis bonitos recuertos, cada vez más alienada. Mis únicos aliados, el silencio, el miedo, la oscuridad y la soledad, que me abrazan con sus desgarradoras uñas de acero y fuego. Parece que ha pasado mucho tiempo, aunque para mí el tiempo nunca antes tuvo sentido. Eso es cosa de humanos. Y ahora también cosa mía. Un día el viento me sacó de la alcantarilla y me soltó de nuevo en el asfalto. Me descubrí a mí misma en el reflejo de un charco. Lucía sucia, rota, ennegracida, triste. Nada que ver con mi soberbio y majestuoso pasado. De pronto, veo el reflejo de alguien más en el charco. Es una mujer joven de cabello claro. Me coge entre sus cálidas manos, sonríe, me deposita en ambas manos, puestas a modo de cuenco delante de sus labios, y sopla... De nuevo zurco el cielo... Y antes de tocar otra vez la tierra, cierro los ojos. Me siento libre, nueva, satisfecha, mientras una lágrima barre la suciedad de mi exterior y de mi interior... y me dejo morir en soledad... Hoy no sé existir...