lunes, 30 de septiembre de 2013

Sin más

Y así, sin más, encontré esta foto. Esta foto a la que no le hace falta palabras ni color ni olor ni adjetivos. Esta foto que lo dice todo en silencio, entre susurros. Esta foto que habla a tu corazón sin que tú logres descifrar sus palabras, pero que te deja entrever algunos vocablos deshilachados que se les escapan para que tus latidos se aceleren ante ensoñaciones y deseos varios. Me tropiezo con mi propia torpeza y me hallo sin palabras para describir el arraigado sentimiento que ha despertado esta imagen en mí; una imagen de sueños donde estamos TÚ y YO. Solo me queda suspirar y decir una cosa: ojalá algún día esa foto sea tuya y mía, sea NUESTRA, y podamos vivirla y revivirla mil veces, día a día; tu carita durmiendo, mi mano acariciándola; eso es la felicidad...

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Humildemente

No soy Bécquer ni Lord Byron ni Neruda ni Benedetti ni Borges ni Cortázar... Mi escritura es más humilde, acaso menos correcta y refinada. Mi cerebro, alma y corazón intentan sacar de mí esta ponzoña que me mata lentamente y aún así no sé expresarme de manera tan preciada y exacta, tan afín al alma ajena, como los poetas anteriormente citados. Ojalá poseyera su virtud, sus ganas, sus ánimos, sus esfuerzos y su don... Pero, al margen de lo ya expuesto, de mi limitado conocimiento del léxico castellano, de mi incapacidad de concentración, de mi falta de ganas y desganas, de ese don que ellos manifestaron... hay una cosa clara: me derrumbo. Estoy vacía, sola, triste, desolada, amargada... No sé q dirección toma mi vida ni si es la que quiero tomar. Deseo verte, pero te rehuyo. Deseo saber de ti, pero intento contenerme. Deseo estar a tu lado, pero me quedo a más de 80 km de ti... He intentado con todas mis fuerzas controlar lo que es incontrolable, ser lo que no soy por estar un segundo más a tu lado, escribir con tinta invisible en mi corazón cada verso que ya no recuerdo, rememorar los instantes a solas, tu cuerpo desnudo en mi cama, tus ojos entrecerrados mirándome, tu voz suave y calmada, tu sonrisa dulce y pícara, tu pelo revuelto y tu hermoso rostro... No sé qué fue de aquello, tan rápido, tan fugaz, tan ansioso de placer, tan al punto... No sabes cuánto me gustaría hacerte el amor. De verdad. Dejarnos llevar. Detener el tiempo. Parar el mundo. Paralizar el universo que se esconde tras tus ojos chispeantes... ¿De verdad me has olvidado tan pronto o es que nunca me quisiste como decías? ¿Qué soy yo para ti? Arriesgo mucho en esto que digo, arriesgo perder algo que no tengo, deshechar la pequeña esperanza que albergaba en lo más hondo de mi ser... Pero, para aclarar las cosas, para ser sincera y nada más, humildemente solo me queda decirte una cosa: te quiero. No te quiero como pareja ni como amiga ni como amante... ¡No sé cómo te quiero...! Quiero besarte, acariciarte, sentirte, oir tu respiración, escuchar tu voz, perderme en ti, no encontrarme yo... Pero lo siento... Te sigo queriendo... nada más...

lunes, 16 de septiembre de 2013

Preguntas sin respuestas

Me pregunto si merece la pena, y me respondo que no. Me pregunto por qué sigo y me encojo de hombros. Me pregunto tantas cosas y son tan pocas las respuestas que me sé dar...

viernes, 6 de septiembre de 2013

Odio

Odio la soledad porque me recuerda que estoy sola, vacía, cansada de dejarme llevar por la corriente y vagar por la vida sin encontrar más que a la soledad misma mientras observo a los demás unidos. Odio la soledad porque me odio a mí misma porque yo tampoco querría estar conmigo. Odio la soledad porque me hace pensar y desear a más no poder las más íntimas locuras. Odio la soledad porque siempre he estado sola mirando a hurtadillas a las personas acompañadas. Odio la soledad porque es mi mejor amiga. Odio la soledad porque por mucho que buscara en mi agenda y le pidiera a alguien que esta noche me acompañara, me abrazara y hablasemos, sé que nadie acudiría a mi llamada. Odio la soledad... porque me recuerda a que estoy sola...

domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Existirá el destino?

No sé si existe el destino, la casualidad o el azar. Solo sé que cada vez que me giro alguien me da con el dedo índice en la espalda y al volverme estás ahí de nuevo. Quizá sí que debas estar en mi vida de alguna manera.

Realidad

Entre segundo y segundo se me derrama la vida. Lentamente, suavemente, como un veneno que mata poco a poco. Trozos de sangre coagulada me recuerdan a pedazos de corazones rotos. Un riachuelo rojizo se desliza x mi brazo; un cosquilleo; el roce de una pluma.Goterones de sangre se funden con el suelo y se convierten en charcos rojos. Mi corazón está yermo de amor, como una tierra baldía donde no crecen ni las malas hierbas.Mis sueños se cubren de pétalos de una flor moribunda. Apesta. La vida es una puta mierda y yo ya estoy harta de tener cagalera. Así, como suena, sin remilgos.

Cobarde

Una muchacha joven, adolescente, de unos 15-16 años, camina sola por un parque con la cabeza gacha, los pelos pegados a la cara, tratando de disimular sus lágrimas. De repente, se topa con un papel tirado en el suelo. Es un folio arrugado, rasgado, escrito con tinta azul y una letra precaria. Sin saber por qué, se sienta en el primer banco que encuentra. El viento sopla fuerte, aunque es cálido, típico del estío sevillano. La muchacha desenrolla el papel, curiosa, como si el destino lo hubiera llevado hasta ella, y trata de unir los trozos rasgados. Sin más, comienza a leer: Se acabaron los buenos días y las buenas noches. Se acabaron... Se acabron los mensajes porque sí, las sonrisas porque sí también, y las tardes de calor por las calles de Sevilla. Se acabaron los mimos en muchos sentidos, los besos eternos, las risas tontas, el ansia, el deseo... Si existe la felicidad, murió en soledad. Quizá la gente no crea en la felicidad porque no surge por sí sola si no que hay que crearla. Tú la creabas para mí día a día, sin darte cuenta, como si ignoraras el poder de tu sonrisa, tus caricias, tu mirada... Como si ignoraras que la felicidad flotaba en el aire, a tu alrededor, como un aroma pegadizo y atractivo, con solo verte sentada en la otra punta de la habitación en la que trataba de desdeñarte para que nadie se diera cuenta de por qué sonreía como una tonta. Tengo la sensación, y suelo acertar con ellas, de que me arrepentiré toda la vida de no haber sido lo suficientemente valiente como para arriesgarme a zambullirme en esa felicidad que emanas. Errar es de humanos. Cagarla más. Mis especialidades son errar, cagarla y, sobre todo, ser una cobarde. Porque nunca fui lo suficientemente valiente para rellenar ese hueco con nombre que se interponía entre las dos. Porque tenía miedo, mucho miedo, de ti. Porque quien crea felicidad también puede crear la mayor desdicha. Y ese es mi miedo, y por ende mi sino: ser una cobarde solitaria. Nos hemos hecho daño. Sin embargo, creo que nunca directamente, siempre a través de terceros, y tres son multitud. A mí, que tanto me cuesta sentir de verdad, el hecho de tener problemas físicos o como quieran llamarse, solo me reafirma en lo importante que eres para mí, en que desde hacía años nadie me hacía sentir así de bien ni de mal ni de nada... Dicen que no se aprecia algo hasta que se pierde. Es cierto. También dicen que la tristeza es el único sentimiento que te hace darte cuenta de lo que realmente te importa. También es cierto, al menos según mi experiencia. Aunque si te he causado dolor, lo siento de corazón, me duele a mí más que a ti, el karma ya se encargará de devolvérmelo... ya se está encargando. Yo solo quería hacerte sonreír, crear en ti esa felicidad que tú creabas para mí. Pero quizá no sea lo suficientemente fuerte para conseguirlo. Quien no arriesga no gana pero tampoco pierde. Se queda en el mismo lugar, observando, como si de peón negro -por decir algún color- de ajedrez se tratara, que no aparta los ojos de la reina de color blanco, envelesado en su belleza, en su sonrisa, en toda ella... sin ver el peligro que le acechan alrededor el resto de las piezas blancas que se están amotinando en su contra, y a sabiendas de que si se atreve a acercarse más a la reina corre el riesgo de que ella lo engulla como a un simple peón que es. Pero le da igual. Se conforma con mirarla de lejos. Porque es un cobarde. Aunque podría hacerse fuerte si se encontrara con la mirada de la reina, pero eso no depende solo de él. Y si se encontrara con esa mirada, ¿quién puede negarle quizá el atreverser a acercarse, a soñar, a vivir... ATREVERSE A VIVIR, ARRIESGARSE AL DOLOR Y AL GOZO? Arriesgarse con los cinco sentidos, con el corazón y el alma. Arriesgarse con las ganas, con las desganas, con los momentos malos y con los buenos. Confiar en el otro, en que si necesitas algo ahí estarás, en que siempre estará a tu lado. Y cuando a tientas busco la esperanza, un trozo de razón entre imginación y fantasías, me doy cuenta de que solo son pedazos rotos de pasado, de recuerdos, de momentos perdidos que inútilmente trataré de atrapar día y noche para volver a revivirlos y sentirte a mi lado. Mientras tanto duermo, como en los cuentos de hadas, esperando a que un beso extraviado despierte mi alma y mil mariposas liberen mi dormido y maldito corazón. A veces se me pasa por la cabeza la idea de pedir una oportunidad. Pero supongo que no soy tan valiente como para eso tampoco y, además, ¿qué reina blanca escucharía a un peón negro? ¿Por qué el peón negro tiene que pedir algo? No pido. Pero espero. No pido. Pero espero. No pido. Pero espero con esa esperanza marchita que nunca logré arrancar de lo más hondo de mi ser... A lo lejos se oye el eco de un corazón que palpita lento, moribundo, lejos de un cuerpo al que bombear sangre, luchando por vivir, muriendo en soledad... Se acabaron los buenos días y las buenas noches. Se acabaron... La chica se levantó del banco, se secó las lágrimas, hizo una bola con el folio y lo tiró al suelo. Caminó hasta su casa sintiéndose triste, desolada, y tan cobarde como el peón negro... Lo que no sabía aún es que también era como la reina blanca... Porque todos tenemos algo de peón negro y algo de reina blanca.