sábado, 27 de noviembre de 2010

El primer amor...


Tantas cosas se dicen de él...(tantas cosas se dicen de ti...). Que es inolvidable (que eres inolvidable), que dura para siempre...(que duras para siempre...)...
(No podría estar más de acuerdo...)
Supongo que con el primer amor aprendes muchas cosas. Aprendes a querer a alguien de una manera que jamás habrías creído posible; aprendes que una sonrisa suya es un mundo para ti; aprendes que su felicidad es la tuya y que una lágrima de ella escuece en lo más profundo de tu pecho; aprendes que una persona puede ser perfecta incluso con todos los defectos del mundo; aprendes que la memoria del corazón nunca se borra; aprendes a conocerte a ti misma y a entender muchas cosas; aprendes a ceder y a darlo todo sin pedir nada a cambio; aprendes a soñar, a reír y a llorar; aprendes de las alegrías, de las penas, de las ilusiones, de las decepciones; aprendes de lo bueno y de lo malo; aprendes que el tiempo, que más que tu aliado parece tu verdugo, no hace el olvido; aprendes a respetar, a ilusonarte, a respirar... en definitiva, aprendes a amar y aprendes a vivir.
Pero con el primer desamor (¿acaso eso existe o no es más que un sueño pasajero, un espejismo, la promesa de un deseo incalzanble?) aprendes mucho más. Aprendes que las lágrimas que brotan de tus ojos es tu alma de luto, llorando por un corazón que ya no late en tu pecho; aprendes que si no hay fórmulas para olvidar el amor es porque no existen; aprendes a que deje de importarte cómo alguien que no debería importarte puede ser la razón por la que quieras vivir; aprendes que estás sola en un mundo que no tiene sentido sin ella, y a vivir una vida que no merece la pena; aprendes que un corazón roto duele porque al sanar solo es capaz de volver a unirse con aguja e hilo; aprendes que el dolor de tu corazón es tan real que tienes la certeza de que está sangrando por dentro y temes que llegue a ahogarte; aprendes que un corazón roto, muerto, intenta por todos los medios sobrevivir, luchar y volver a latir; aprendes a sufrir, a echar de menos, a acostumbrarte al dolor, a sonreír con falsedad, a fingir felicidad; aprendes que los días grises pasan... pero vuelven; pero, sobre todo, aprendes que algunas de las cosas que aprendiste con el primer amor son erróneas y que el olvido, aunque parezca que nunca llegará y el dolor nunca desaparecerá, llega... en fin, aprendes que no existe el olvido y luego al tiempo se le olvida recordártelo y aprendes a olvidar...
A ti, a la inolvidable Diosa de mi mundo... porque todos los amores son eternos y ninguno dura para siempre...

lunes, 15 de febrero de 2010

¿De qué sirven los suspiros?


Aliento de mi alma, brillo de mis deseos, esperanza de mi corazón, locura de mi razón, refugio de mi lamento... mis suspiros... ¿adónde partís? ¡Tan lejos!
¿De qué servís, suspiros, de qué servís? Vosotros que no vais a ninguna parte porque ya no tenéis adónde ir, decidme, ¿en qué triste hueco ahogáis vuestro mudo sollozo?
Vosotros que le aulláis al eco con la amarga esperanza de ser escuchados y correspondidos por su insípida imitación que nada es, y anheláis que su dulce voz arrope el hálito que habéis perdido.
Vosotros que os creéis fuertes sin ser más que un leve rumor del viento huyendo de la prisión que toda criatura alberga en lo más profundo de su ser.
¿Dónde morís, suspiros, dónde morís? Vosotros a los que Bécquer abandonó al capricho del aire, pues aire sois y vais al aire.
¿Quién guarda vuestro secreto más que vosotros mismos? ¿Quién sospecha vuestras razones o intenciones, propósito o destino? ¿Por qué nacéis? ¿Por qué vivís? ¿Por qué morís? Decidme a mí, que ya lo sé, decidme a mí, que os conozco mejor que vosotros mismos. Confesadme por qué o por quién, mentidme si lo creéis necesario, pero habladme.
Porque si nacen y viven por ti, necesariamente por ti han de morir, llorando de alegría al ver por fin cumplido el triste destino de besar la piel que el viento al que van acarició suavemente, sin darse cuenta de que tú pasabas a su lado.

lunes, 25 de enero de 2010

¿Cómo olvidar-TE?


¿Qué es el olvido, sino la máxima expresión de la resignación del alma?
¿Cómo olvidar-TE? Si olvidar-TE no es un arte, ni un talento ni un don... es un imposible.
Si ya lo dijo Antonio Machado: Creí mi hogar apagado y revolví las cenizas... me quemé la mano.
Quizá solo había confundido resignación con olvido... pero parecía tan real y seguro, tan apacible y calmado... y un solo momento te ha bastado para tirar por el suelo la barrera que tanto tiempo, lágrimas y dolor me había costado formar alrededor de mi corazón.

El mimo blanco



Sé que las palabras más hermosas recién salidas de mi corazón carecerían de sentido nada más tocar tu oído. Sé que si supieras de mis sueños, deseos y anhelos, puede que te sentaran mal e incluso los aborrecieras... y quizá eso sea lo que más duele.
Y, aún así, no puedo evitar soñar, desear y anhelar. Preguntarme qué se sentirá al rozar tus labios o acariciar tu piel y perderme en el olor de tu pelo. Cómo será que me robes un beso, escucharte decir te quiero, recorrer tu espalda con mis labios o despertarme por la mañana y verte dormidita a mi lado o tal vez despierta viendo como duermo yo.
Sé que debería dejar todo esto atrás que, siendo consciente de la realidad que me rodea, solo debería quererme un poco más a mí misma y un poco menos a ti y dejar atrás un todo que en el fondo no es nada, en el que la nada y el todo se confunden y ambos carecen de sentido. Porque ya nada tiene sentido- ¿o es que alguna vez lo tuvo?-. Yo misma no tengo sentido y mis sentimientos mucho menos.
Tengo que volver a ser fuerte pero, ¿sabes tú dónde se esconde la fuerza cuando me miran tus ojitos? ¿Sabes por qué tiemblan entonces mis manos y me siento la persona más débil y vulnerable del mundo? ¿Sabes que con un gesto eres capaz de controlar todo mi cuerpo?
Porque aunque no lo hagas queriendo, me desarmas de gestos e intenciones, de palabras y de acciones. Tu sonrisa me consiente. Tu mirada me encapricha. Tu aroma me enloquece. Tu voz me somete. ¿Quién diría que no has domado mi corazón, si solo obedece a tus dictámenes?
Y aunque sé que es un error, una equivocación, haberme enamorado de ti, ¿sabes un secreto? Ven, te lo susurraré al oído: eres la equivocación más bonita que he podido cometer.

El leguaje del corazón


Si el lenguaje del corazón son los latidos, ¿qué trata de decirme el mío cuando tú estás a mi lado? ¿Es que desea que te abrace y no te suelte nunca? ¿Es que tiene miedo de dejar de latir si no te vuelve a ver? ¿Es que, temeroso, intenta huir, recordando que un día latió por ti y una noche murió en soledad?
¿Y el tuyo? ¿Qué dice el tuyo? ¿Cómo es? Dime, aunque solo sea en un susurro, cuál es el secreto, la clave, las palabras, las sonrisas, los gestos, las miradas, las caricias, los detalles... para hacer latir ese corazoncito tuyo.
Dime, ¿cómo descubriste el secreto del mío?

¿Qué habrá sido?


Me pregunto qué ha cambiado tanto. Por qué antes no me atrevía a mover un dedo si te tenía delante y ahora sería capaz de cometer la mayor estupidez del mundo solo por tenerte un segundo más a mi lado. Nunca te he tenido y, por tanto, sé que es ridículo pensar esto, pero la única respuesta que se me ocurre es que he saboreado el amargo pesar de perderte, lo he llorado y sentido, sufrido, soportado y, finalmente, hasta superado. Y ahora que "sé" qué es, no quiero volver a perderte de nuevo.

jueves, 21 de enero de 2010

El capricho de la Rosa


Eres tú la que hace hermosa a la rosa y no al contrario. Es tu cuerpo el que evoca una bella flor de delicado aroma a canela, fresa y melancolía. Eres tú la que hace pensar en unos preciosos pétalos rojos cubiertos de tímidas lágrimas de rocío que, trémulas, apenas si se atreven a acariciar y besar el recuerdo del suave tacto de su piel rojiza. Eres tú, lejana y cercana a la vez, la que la hace deseable e imposible, regalándole espinas afiladas y dolorosas, y la que hace sangrar la yema de los dedos que intentan tocarla apaciblemente, marcando el corazón con una eterna cicatriz dorada y borrosa y dejando en la boca el dulce y salado sabor amargo de la nostalgia de sueños prometidos.
Eres tú la que hace hermosa a la rosa y no al contario. Porque ella no te dio su nombre, lo cogió prestado de ti, caprichosa, para poder presumir.