martes, 10 de enero de 2012

Tú, mi gato


Delicado tigre anaranjado, afiladas garras de acero y terciopelo, te llamaron infiel, pero tú —sin ánimo de ofenderte—, cual perro doméstico, aunque de tu áspera lengua no hagas uso como él, posees la independencia y la amabilidad, la vileza y la dulzura.
Rozando el cariño de tu suave lomo, tú, mi gato, tendido sobre mi regazo; tu fina cabeza posas sobre tus patitas, rezando al cielo con tu ronroneo.
Tu pupila de Luna ilumina el firmamento, absorbiendo toda luz blanquecina y transparente, para someter tus maullidos a la pícara mirada de tus ojos dorados.
Con la cabeza siempre erguida, tú, mi gato, simple y a la vez complejo, a la par que inalcanzable, soberbio, elegante, respetuoso, orgulloso, sereno, inquieto y misterioso.
Como portador del secreto de la vida, pareces reconocer en cada momento la necesidad del alma humana; la comprendes, la compartes, y te haces o no partícipe de ella, recogiendo con tu maullido las lágrimas de tu corazón amigo.
Y cuando te llamo en soledad, lo escucho a lo lejos; bajo tu pisar silencioso, queda el eco de un susurro, un cascabel: eres tú, mi gato.

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