jueves, 18 de julio de 2013

Sin palabras, el roce del silencio

Me envuelvo en mi desengaño, me arropo en la desdicha y la duda, me consumen los segundos sin ti y el oxígeno que no respiras a mi lado. Me confunden los recuerdos. Me ciega el deseo. Me mortifica la conciencia. Te deseo. Quiero que seas mía aunque solo sea durante unos minutos. Quiero que te entregues a mí como quien ansía acariciar el alma ajena. Quiero que me busques, y quiero que me encuentres. Quiero ser yo dentro de ti y que tú seas tú dentro de mí. Quiero ver esa sonrisa al despegar nuestros labios. Quiero que vuelvas a decirme que beso bien. Quiero recorrer con la yema de mis dedos, con los labios, con mi cuerpo entero y grabar en mi memoria cada cm de tu piel. Quiero sentir que estás aquí. Quiero sentir que tú me sientes. En este momento, justo ahora, te quiero para mí. No como un objeto, si no como algo diferente, escurridizo a veces. Quiero tenerte y quiero tener un lógico miedo de perderte. Quiero que nos fundamos en una y que de repente el mundo desaparezca, y solo existamos tú, yo, nuestros labios, nuestras caricias, nuestro deseo, nuestro cuerpo, nuestro ser ansioso de ser una única persona que a miradas ajenas parezcan dos. Ven y te prometo felicidad durante el tiempo que te entregues a mí. Ven y te prometo besos interminables, caricias desnudas, palabras tan bonitas como tu sonrisa, calor tan ardiente como el de tus mejillas sonrosadas. Ven, por favor, aunque sea una última vez, ven a mí, que tu cuerpo no pueda resistir estar tan lejos del mío durante tanto tiempo, al igual que el mío desea tu contacto constante y ansioso.

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